La obra Laudamuco, señor de ningures había recibido en 1976 el Premio Abrentes y sería llevada a las tablas en Ribadavia al año siguiente, en el contexto de la V Mostra de Teatro Abrente de Ribadavia por el grupo Tralla de Vigo. Ya en 1978, en la VI Mostra, Laudamuco fue representada nuevamente en Ribadavia por la compañía Antroido dirigida por el propio Vidal Bolaño. Esta obra sería la primera que pondría en escena Antroido, tras llevar a las tablas obras de Eduardo Blanco Amor y Euloxio R. Ruibal, de un texto de Roberto Vidal Bolaño. “Laudamuco” significa, además, el paso a la profesionalización de esta compañía, señalando así un hito en el teatro independiente gallego.

Laudamuco, señor de ningures quiere ser un intento de análisis de las estructuras de poder y de sus resortes esenciales, hecho no sólo desde la perspectiva de quien lo detenta, sino y sobre todo, desde la de aquellos que lo mantienen. En este sentido, el texto aborda como una de las características de esas relaciones de poder las connotaciones mítico-religiosas en las que se arropa y los supuestos valores morales (la fidelidad, el espíritu de servicio, el servilismo, etc.) que hacen posible su existencia. Laudamuco, rey anciano, ciego y cojo de un pueblo levantado en armas contra su tiranía, pasa las últimas horas de su vida en compañía de su fiel criado Rouco, quien trata de consolarlo por la pérdida inminente de su reino y de su vida interpretando las voces de las diversas autoridades: Magistrado, Sumo Pontífice y Mariscal, que abandonaron al rey a su suerte. La lealtad de Rouco a su Rey es tan obsesiva, que incluso obliga a su mujer, Minia, a satisfacer los impulsos lascivos de Laudamuco agonizante.

La relación siervo-señor que el texto plantea se da en el momento en el que ya no parecen existir razones que pudieran hacer justificable la necesidad de seguirla manteniendo. Un rey es destronado y condenado a muerte, la revolución popular ha triunfado y no obstante su siervo más fiel sigue a su lado, sirviéndolo todavía, porque para él un por encima de todo, sigue siendo “El Rey”.

La situación límite planteada en el texto le hace adquirir un carácter grotesco que el montaje quiso potenciar, tratando de que los personajes adquirieran una dimensión degradante, grotesca y distorsionada, haciendo más nítidas sus características esenciales para hacerlas más reconocibles.

La importancia de aquel estreno tiene su eco en la recuperación de Laudamuco, señor de Ningures para una producción del Centro Dramático Galego en 2001

En palabras del crítico Manuel F. Vieites, “Laudamuco admite lecturas múltiples. Quizás la más obvia sea aquella que relaciona al rey Laudamuco con el poder ejercido de forma dictatorial, tiránica; y lo mismo se podría establecer algún paralelismo con la situación política que se vive en España en el otoño de 1975, cuando Francisco Franco agoniza en el hospital”. Más adelante, este mismo crítico considera el Laudamuco una representación en forma de farsa de las relaciones de poder, y situa la obra de Vidal Bolaño en la línea de Ubu Rey, de Alfred Jarry; El rey se muere de Ionesco; El Cabodano de Rodríguez Ruibal y Calígula de Camus.

El crítico vasco Pedro Barea la calificó, en las páginas de Deia, de “excelente” y de "ejemplo de simbiosis autor-equipo".

Al hilo de aquel estreno, su autor y director señalaba en una entrevista que "superada unha etapa de resistencia (o teatro galego) intenta encetar unha etapa de afirmación do movemento teatral como algo inserto no movemento global de reivindicación dos traballadores galegos".