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Teatro independiente
Ilustración
Dialogos de Ruzante, Esperpento 1974. Foto: Carlos Ortega.

ESPACIOS Y GIRAS · EL teatro independiente EN ESPAÑA, 1962-1980

Villaroel Teatre, Barcelona

 

La sala de los «independientes»*

El Villarroel Teatre nació en la temporada 1972-1973, bajo el nombre de Sala Villarroel y con el objetivo principal de cubrir una programación que, entonces, no tenía ningún tipo de continuidad (ni de presencia) en la cartelera de la ciudad; me refiero, sobre todo, a los grupos independientes. Hoy, al cabo de veinticinco años, la Sala busca reubicarse en la oferta teatral diaria, absolutamente distinta de aquella. ¿Hay algo que defina con más o menos acierto estos cinco lustros de la Villarroel en cuanto a su programación? Con todos los peros que se quieran, yo hablaría de una voluntad de anteponer a la idea de "prestigio" la de servicio al público. En todo caso, una voluntad de servicio hecha desde la izquierda, en la que, a menudo, se imponía esta ideología contra las exigencias del negocio teatral. La oferta cultural de la Villarroel ha sido, pues, en general, progresista, comprometida en muchas ocasiones; y muy especialmente en sus primeros veinte años.

La suspensión por la policía (que cumplía órdenes del Gobierno Civil) del estreno de Non plus plis, de EIs Comediants, con el teatro lleno, poco antes de comenzar la función; la colocación de una bomba en el teatro por la Triple A cuando se representaba La sangre y la ceniza, de Alfonso Sastre; los duros enfrentamientos con el sindicato vertical de los años setenta; las tensiones vividas en la Sala con ocasión de algunos de los primeros recitales (Ovidi Montllor, Labordera, Manuel Gerena o Julia León) son hechos que se cuentan desde la perspectiva de una programación independiente y progresista.

La simple enumeración de algunos de los grupos que, en aquellos años, pasaron por este escenario —el presente libro conmemorativo de los veinticinco y cinco años de la Sala reseña el total de los que han intervenido— es también significativa a la hora de explicar el progresismo de los primeros años: Comediants, Dagoll Dagom, Tricicle, Teatro Fronterizo, Claca, Grupo A-71, la Jaula de Vic, el Globo de Terrassa y el GAT de Hospitalet, forman parte de la programación de grupos catalanes; y La Cuadra (Sevilla), Tábano (Madrid), Esperpento (Sevilla), Ditirambo (Madrid), Teatro de la Ribera (Zaragoza), Akelarre (Bilbao), Mediodía (Sevilla), Geroa (País Vasco), P.T.V. (Valencia), Ale-Hop (Coruña), Esperpento Teatro Joven (Vigo), Gayo Vallecano (Madrid), Teatro Libre (Madrid) son algunos de los grupos independientes de fuera de Cataluña que pasaron por la Sala. En estos últimos años, también se dieron a conocer las compañías T de Teatre y Kràmpack.

Nadie podrá negar a la práctica totalidad de estos grupos que su irrupción en el TEAR no tomó el camino de una comercialidad al uso; y tampoco que pisaban el escenario por primera vez con producciones independientes, progresistas, alejadas de la maneras de hacer de un teatro privado que, en Barcelona, estaba en crisis total al inicio de la década de los setenta. La sala Villarroel fue, para la inmensa mayoría de estos grupos, la puerta de entrada, el escenario más posible; y para un sector del público, que precisamente se estaba formando alrededor de su programación, el punto de referencia de un tipo de teatro que no tenía nada que ver con el que mayoritariamente se programaba en aquellos momentos en Barcelona. Al amparo de esta combinación, la Sala Villarroel vivió sus mejores momentos.

En el apartado de los actores que se presentaron en este escenario con espectáculos protagonizados sólo por ellos, la nómina no deja de ser atractiva: María José Arenoso, Pavlovsky, Pepe Rubianes, Mercè Broquetas, Josep Minguell, Manel Barceló, Miguel Gila, Ester Formosa, Àngels Moll, Karra Elejalde, José Sacristán, Rafael Álvarez «El Brujo» y Gloria Muñoz son algunos de los profesionales que actuaron antes de la temporada 1991-1992, y que encontraron en la Sala la posibilidad de estrenar unos trabajos unipersonales que muy difícilmente habrían tenido cabida en los teatros comerciales al uso. Después, entre otros, también estarían presentes Luciano Federico, Charo López y Ferran Rañé.

No es difícil tampoco remarcar la notable aportación que la Villarroel ha hecho respecto los autores, tanto nacionales como extranjeros. La enumeración de algunas de las compañías extranjeras que pasaron por este escenario, como Pigeon Drop, Yves Lebreton, Le Quatuor, Philippe Gentry, Plan K y Dram Bakus, confirman también la voluntad selectiva de la Sala. Entre los autores, aparecen nombres como Edward Albee, Fernando Arrabal, Ramón Gil Novales, Ruzzante, Bertolt Brecht, Romero Esteo, Eugène Ionesco, Joan Oliver, William Shakespeare, Peter Weiss, Máximo Gorki, Dario Fo, Miguel Delibes, Benet i Jornet, Von Kleist y Slawomir Mrozek; algunos de ellos dieron lugar a unos estrenos que forman parte de la mejor historia de la Villarroel.

Hay noches que quedarán guardadas para siempre en la memoria. En la imprecisión de la memoria, recuerdo ahora algunos estrenos significativos, por una razón o por otra, de los primeros veinte años de la Villarroel: Preguntes i respostes sobre la vida i la mort de Francesc Layret, advocat dels obrers de Catalunya, de Maria Aurèlia Capmany y Xavier Romeu; Antaviana, de Dagoll Dagom; Inquisición, de Arrabal; un recital de Raimon; Ñaque o de piojos y actores, de Sanchis Sinisterra; Andalucía amarga, de La Cuadra; Manicomic, de Tricicle; La tigresa, de Dario Fo; Makinavaja, de Ivà. Estos espectáculos respondían a la voluntad de la Sala de montar una programación innovadora y de hacer frente a la difícil batalla de cada día. (...)

El día que la Villarroel abrió sus puertas con una programación regular, la entrada costaba 75 pesetas, y el panorama teatral de la ciudad era bastante pobre. A mediados de los setenta se convocaban, en los Países Catalanes, un total de siete premios para textos teatrales, que no subían al escenario. En 1974, el escenógrafo y director Iago Pericot creó el Teatro Metropolitano de Barcelona, que buscaba la interrelación entre diversos lenguajes. Y un jovencísimo Lluís Pascual escribía y dirigía, en 1975 y con la Escuela de Teatro del Orfeó de Sants, La setmana tràgica, un espectáculo concebido como una revisión histórica de los hechos de la revuelta de 1909. De este trabajo debía salir el embrión del futuro Teatre Lliure, que se abriría al público un año más tarde.

Muy posiblemente, a la hora de apostar por la Villarroel, en el ánimo de Bras, Guirao, Ortega y Alonso debió pesar también el convencimiento de que, en aquellos momentos, las cosas se estaban moviendo en el teatro catalán, con Els Joglars ya en marcha, los Comediants enseñando sus primeros montajes, los ciclos del Romea de Cavall Fort llenando cada domingo, el Institut del Teatre afrontando una nueva etapa con Hermann Bonnín a la cabeza y el Teatre de l’Escorpí, creado en 1973, aglutinando tres nombres que, más adelante, tendrían una amplia proyección: Josep Montanyès, Fabià Puigserver y Guillem-Jordi Graells.

Había un movimiento importante del teatro independiente que aquí, además de los ya señalados, pasaba también por grupos como la Escola d’Art Dramàtic Adrià Gual (EADAG), el Grup de Teatro Independent del CICF (GTI), Gogo Teatro Experimental Independiente, Grupo Cátaro, Teatro Experimental Catalán, etc. La llamada Operación Off-Barcelona, desarrollada en la temporada 1967-1968 en el teatro del Casino l’Aliança del Poblenou, indicaban, asimismo que en la cartelera teatral de Barcelona faltaba espacio para los grupos y las compañías que entonces formaban parte de la nómina del mejor teatro independiente.

Se trataba de un movimiento que se dejaba ver esporádicamente, con pocas representaciones de sus montajes, y que tenía que hacerlo en teatros alquilados puntualmente, como el Romea, el Windsor, el Palau de la Música, el Ateneu de Sant Gervasi, el Candilejas o el Capsa. Una situación de precariedad logística que, a su vez, hacía poco menos que inviable la presentación en Barcelona de grupos de teatro independiente que operaban en el resto de España, donde este movimiento alternativo también tenía nombres propios. A todo ello, acudía a poner remedio, aunque fuera como objetivo inicial, la presencia de la Sala Villarroel. (…)

Cartel Sala Villaroel

La programación, durante los meses de abril y mayo de 1975, de la I Muestra del Teatro Independiente, no referida sólo en Cataluña, sino en todo el Estado español, supuso el primer intento concreto de los gestores del teatro para abrir un diálogo teatral más amplio.

Teatro del Mediodía, de Sevilla (Figuras y farsantes de una comedia municipal, sobre textos del siglo XVI), Teatro de la Ribera, de Zaragoza (Sobre emigrantes, textos de Ruzzante y Gil Novales y canciones de Labordeta), Ditirambo, de Madrid (Pasodoble, de Miguel Romero Esteo), Esperpento, de Vigo (La orgía, de Enrique Buenaventura), Ensayo Uno en Venta, de Madrid (Los quince reales, de Jaime Carballo), y del Grupo PTV, de Valencia (Penseque, del mismo colectivo, conformaron el grupo de compañías de fuera de Cataluña. Completaron la programación la Palestra, de Sabadell (Vivalda o l’Àfrica tenebrosa, de Joan Oliver, y La cantant calba, de Ionesco), y el Grupo-71, de Barcelona (La lliçó, de Ionesco). Más allá del valor artístico de cada uno de los montajes exhibidos, la programación tenía el atractivo (y el mérito) de ser una muestra de nivel de teatro independiente que se hacía fuera de Cataluña. El precio de entrada única para estas representaciones se fijó en 100 pesetas. Fue la primera vez que estas compañías se presentabas en Barcelona, en régimen de programación abierta. (...)

A lo largo de estos veinticinco años de vida teatral, la Villarroel ha sido más que un simple espacio de exhibición de espectáculos teatrales. Ha sido, además, un centro de iniciativas (de producción, en algunos casos) y de dinamización del mundo del teatro en esta ciudad [Barcelona]. No siempre con el éxito esperado, y no siempre con la continuidad y la perseverancia deseadas. Los cambios que ha sufrido el mismo teatro en la su relación con la economía de mercado, la evolución a favor de esta economía vivida por el teatro en Barcelona, el lógico desgaste que acusan las ideas, han causado, en parte, que sea hoy necesario hablar de una etapa cubierta, superada; y de otra, que aún está por definir, que habrá que afrontar ahora, y en un marco de extremas dificultades.

Buena parte de los grupos, actores y autores que encontraron en este escenario su plataforma de lanzamiento —además de un espacio concreto donde actuar— escogen hoy, si la coyuntura es favorable, otros escenarios de más capacidad de la ciudad. Una aspiración convertida, en más de un caso, en realidad, que tiene su lógica comercial. Este sería el caso, por ejemplo, de compañías como Dagoll Dagom, Vol-Ras, Tricicle, Kràmpack o T de Teatre, para las que este escenario fue la plataforma de lanzamiento. A la hora de programar, el Villarroel Teatro tiene ahora otro tipo de dificultades. Los gestores de la Sala están obligados, pues, a programar en otra dirección y a hacerlo con unos objetivos nuevos y teniendo muy en cuenta, además, el momento teatral actual de la ciudad, con la presencia de un teatro público y de un teatro privado bien dotado, con una renovada empresa de producción privada y con unos usos y gustos por parte del público en general muy distintos de los que había en la década de los años setenta. Pero, en la Villarroel, nadie le quitará la vocación de servicio que ha demostrado siempre ni el valor de lo que ha hecho; lo que ha hecho en tiempos más difíciles que los actuales.


* Traducción y adaptación del artículo «La sala dels “independents”», de Gonzalo Pérez de Olaguer, dentro de Villarroel Teatre: 25 anys de “La Sala”, 1973-1998, Joan Anton Benach (ed.), Barcelona: Diputació de Barcelona, Institut del Teatre, 1998

 

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